La Lomografía trasciende más allá de lo que sería una técnica fotográfica para convertirse en un fenómeno de culto fotográfico que hoy en día se extiende a nivel mundial. Su nombre procede de una marca de cámaras fotográficas soviética: LOMO.
Las cámaras lomográficas son cámaras automáticas, de alta sensibilidad, capaces de registrar colores y movimiento sin necesidad de flash y sin deformación.
La técnica lomográfica consiste en darle vida a las imágenes creando secuencias que recorren visualmente momentos sin importancia, composiciones casuales, donde no existe otro mérito sino el de haber estado ahí, en ese instante, en el tiempo extemporáneo del disparo. La lomografía insiste en la importancia de sacar fotos...no en el resultado. Es un arte efímero que se desvanece con el propio disparo y ya no se encuentra grabado en la imagen. La imagen no está en la foto, la cual sólo representa la presencia viva, el objeto fotográfico, una lógica consecuencia, mera memoria y obvio documento, que se produce a través del disparo.
Son fotografías vanguardistas, llenas de estética inglesa de los años 70, muchas veces imperfectas, oníricas, como un sueño, incluso borrosas. No dejan a nadie indeferente. Todo el mundo las comentará. Con colores muy saturados que se desvanecen o aparecen con fuerza. Lo que importa no es la calidad, sino el momento. Cada imagen tiene una carga importante de historia a recordar, de libre interpretación.
En algunos acontecimientos, quizás, un reportaje lomográfico no pueda substituir al típico reportaje fotográfico. Pero si que se muestra como un importante complemento, con mucha mayor carga historiográfica, que nos mostrará detalles vivos, imágenes ocultas y en definitiva, una historia paralela a la mostrada por el reportaje tradicional.
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